Descripción del proyecto
En el mundo hay aproximadamente 285 millones de personas con discapacidad visual, de las cuales 39 millones son ciegas y 246 millones presentan baja visión. En 2013, la Asamblea Mundial de la Salud aprobó el Plan de Acción para la Prevención de la Ceguera y la Discapacidad Visual 2014-2019, a modo de hoja de ruta para los Estados Miembros, la Secretaría de la OMS y los asociados internacionales, con el objetivo de lograr una reducción mensurable de la discapacidad visual evitable de un 25% de aquí a 2019. La OMS considera que hay dos grupos sociales que tienen un riesgo mayor de sufrir alteraciones visuales, los menores de 15 años y las poblaciones que superan los 50 años (OMS, 2014). Por lo tanto, es importante establecer estrategias específicas que permitan la disminución de las afecciones oculares en estos grupos de riesgo. Se estima que el número de niños con discapacidad visual asciende a 19 millones; las alteraciones visuales en la infancia son especialmente preocupantes pues condicionan el pleno desarrollo psicológico y personal del niño. Asimismo, en torno a un 65% de las personas con discapacidad visual son mayores de 50 años. Con una población anciana en aumento en muchos países, más personas estarán en riesgo de sufrir discapacidad visual por enfermedades oculares crónicas y envejecimiento. En España, las estimaciones apuntan a que hacia el 2050 la población mayor de 65 años pasará de un 17% actual a un 33% (Eurostat, 2010). Entre las primeras causas de discapacidad visual destaca el glaucoma, responsable de un 2% de las alteraciones visuales globales. El glaucoma es una degeneración progresiva y crónica del nervio óptico, que puede derivar en ceguera. Aunque los mecanismos moleculares que dan lugar a la degeneración del nervio en el glaucoma no están bien definidos, se sabe que el aumento de la presión intraocular es el mayor determinante del progreso de la enfermedad. La terapia actual para esta enfermedad consiste en la aplicación de fármacos, en forma de gotas oftálmicas, dirigida a disminuir la presión intraocular. En los casos en los que la presión intraocular, y consecuentemente el desarrollo del glaucoma, no se puede controlar mediante medicación se realizan intervenciones quirúrgicas orientadas a aumentar el drenaje del humor acuoso del ojo, para así disminuir la presión intraocular. Sin embargo, muchas de las terapias existentes no cubren las necesidades de poblaciones específicas como las infantiles y las de edad avanzada. El glaucoma pediátrico se clasifica en función de la edad de inicio de la enfermedad; el glaucoma presente en el momento del nacimiento se denomina glaucoma congénito, cuando el desarrollo de la enfermedad sucede en torno a los 1-24 meses se denomina glaucoma infantil, finalmente se llama glaucoma juvenil a aquel que tiene su inicio tras los tres primeros años de vida. El glaucoma pediátrico es una enfermedad poco frecuente, la prevalencia del glaucoma congénito primario es de 1/10.000 nacimientos; pero esta frecuencia aumenta considerablemente cuando se trata de niños que han sido sometidos a operaciones de cataratas o que padecen alteraciones oculares como la aniridia o la neurofibromatosis {Moore, 2013 #3033}. El glaucoma pediátrico se trata inicialmente con intervenciones quirúrgicas en combinación con farmacoterapia, que generalmente debe continuarse de manera crónica incluso después de las intervenciones quirúrgicas. Sin embargo, la mayoría de los compuestos comercializados para el glaucoma tienen una mayor frecuencia de efectos adversos en la población pediátrica, por ello es necesario el desarrollo de nuevos productos con un mejor índice terapéutico en esta población {Méndez Hernández, 2015 #3034}. La prevalencia del glaucoma aumenta significativamente con la edad, llegando a cifras superiores al 10% en mayores de 75 años. El tratamiento del glaucoma en personas de edad avanzada se complica debido a otras afecciones que aumentan su frecuencia con la edad co